Hoy caen los crepúsculos de mi alma
y dormido me encuentran las auroras;
tengo tantas estrellas en mi ensueño
que hay un divino azul hasta en mi sombra.
Es tan honda la noche de mi espíritu
que en un éxtasis vivo su belleza
y la muerte se acerca hasta mis besos
como virgen vestida con estrellas.
Yo dormiré algún día bajo tierra
y ni mi sombra vagará perdida;
no seré ni recuerdo, ni fantasma,
ni amor lejano, ni canción perdida.
Sólo entonces, tal vez, duerma tranquilo,
sin inquietud alguna... Las estrellas
seguirán en los cielos, y los hombres
viviendo sus dolores por la tierra.
Y yo estaré tranquilo con el polvo
sobre mi corazón, sobre mis labios;
pasarán los millones de centurias...
habrán muerto y nacido muchos astros...
Así quiero dormir bajo los siglos,
vestido con el polvo de lo eterno;
yo que rodé cual lágrima en el mundo
quiero apenas ser polvo sobre el viento.
Elegías, 1935.