En Actitud. Revista del grupo "Los Inútiles".
El hombre actual, acosado por las jaurías del odio colectivo
que divide al mundo en dos inmensos bandos de ideas irreconciliables, limitado
por la intensa y tendenciosa propaganda guerrera de los países en lucha,
influenciado por los demagogos y encadenado por los políticos, se debate en
medio del caos y de la desesperación, soportando las dolorosas consecuencias de
un mundo convulsionado.
Diríase que el hombre actual, conjuntamente con la cultura,
ha llegado a una decisiva encrucijada del destino, de la que podrá salir airoso
o derrotado, aunque no haya participado directamente en la lucha armada de los
pueblos. Y de toda esta convulsión mundial es preciso esperar un mundo mejor,
una nueva era en la que el hombre adquiera su más simple y noble expresión como
individuo dentro de la colectividad. Es preciso esperar de pie a ese mundo que
se iniciará después de los últimos estertores de la catástrofe. Es menester
mirar hacia el futuro con la esperanza de que el hombre encontrará su centro
sobre las ruinas de un sistema podrido y caduco que fracasó sistemáticamente
durante varias centurias. Reyes, emperadores, presidentes y dictadores deberán pensar
que no es posible de ningún modo prolongar por más tiempo un sistema que
conduce a la destrucción mutua de las naciones. Sería absurdo que el hombre
actual continuare viviendo una vida de paria después de la estructuración de un
mundo nuevo. Son siglos de sufrimientos, de miserias, de rebeldías sofocadas
con sangre las que justifican el advenimiento de un mundo más justo y más
humano. Porque si ahora se lucha por ideas políticas, por disputarse los
mercados mundiales, en el futuro se luchará por conquistar la libertad
individual y el derecho a vivir como ser humano dentro de la colectividad.
Y no se nos diga soñadores o amargados. La evolución del mundo
no puede detenerse con meras palabras o con la destrucción que siembran las
ametralladoras. Sobre las ruinas y los cadáveres de los combatientes, sobre los
despojos de la civilización destruida, se alzarán los nuevos ideales abriéndose
paso a través de los prejuicios, hasta alcanzar la meta de la felicidad humana,
esa relativa felicidad de dar a cada hombre lo que merece, dentro de un clima
de libertad.
Y cuando llegue ese día, aunque seamos polvo de cementerio,
nos sentiremos avergonzados de todos los crímenes cometidos por la insaciable
ambición de los hombres.
Actitud n°3. Junio de 1943, Rancagua.
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