¿Por qué todas/os vivimos en una prisión? La cárcel, las leyes y el control social.


En esta sociedad existe un lugar donde una/o se encuentra perpetuamente bajo vigilancia, donde cada movimiento es monitoreado y controlado, donde todxs están bajo sospecha, a excepción de la policía y sus jefes, donde se asume que todxs son criminales. Hablo, de la cárcel, por supuesto…
Pero a un ritmo cada vez más rápido, esta descripción se está ajustando cada vez más a los espacios públicos. Los centros comerciales y los centros de las principales ciudades están bajo video vigilancia. Guardias armados patrullan escuelas, bibliotecas, hospitales y museos. Una/o es registradx en aeropuertos y estaciones de bus. Los helicópteros policiales vuelan sobre las ciudades e incluso sobre los bosques, en busca del crimen. La metodología del encarcelamiento, que junto con la metodología policial son una sola, está siendo impuesta gradualmente en todo el paisaje social.

Este proceso está siendo impuesto por medio de miedo y las autoridades lo justifican sobre nosotrasxs en función de nuestra necesidad de protección – de los criminales, de los terroristas, de la vigilancia y las drogas. Pero ¿quiénes son esos criminales y esos terroristas, quienes son tales monstruos que a cada momento amenazan nuestras vidas llenas de miedo? Solo un momento de cuidadosa atención es suficiente para responder esta pregunta. A los ojos de los amos del mundo, nosotras/os somos los criminales y los terroristas, nosotros/as somos los monstruos – potencialmente, al menos. Después de todo, somos lxs únicxs a quienes ellxs controlan y vigilan. Somos lxs únicxs que son observadxs por las cámaras de video y registradxs en las estaciones de bus. Una/o solo puede preguntarse si el hecho que este sea manifiestamente obvio es lo que provocó a la gente a cegarse a ello.

El dominio del miedo es tal que el orden social incluso nos pide ayuda en nuestra propia vigilancia. Padres registran los pulgares de sus niñxs en agencias policiales conectadas con el FBI. Una compañía con sede en Florida llamada “Applied Digital Solutions” ha creado el “VeriChip” (conocido también como “Angel Digital”) el que puede almacenar información personal, médica y de otros tipos, y se pretende que esté implantado bajo la piel. Su idea es promover en las personas su uso voluntario, para su propia protección, por supuesto. Prontamente puede estar conectado a la red del satélite del Sistema de Posicionamiento Global (GPS) de tal forma que cualquier persona con el implante pueda ser monitoreadx constantemente. Además, hay docenas de programas que fomentan la delación – otro factor que es también similar a las prisiones, donde las autoridades buscan y recompensan a lxs soplones. Por supuesto, hay otros presos que tienen una actitud bien diferente hacia esta escoria.

Pero todo es puramente descriptivo, una imagen de la sociedad/cárcel que está siendo construida a nuestro alrededor. Una comprensión real de esta situación que nosotrxs podemos usar para combatir este proceso, necesita un análisis más profundo. De hecho, la prisión y la policía se sostienen en la idea de que hay crímenes, y esta idea se sostiene en la ley. La ley es representada como una realidad objetiva mediante la cual lxs ciudadanxs de un Estado pueden ser juzgadxs. La ley crea, de hecho, una especie de igualdad. Anatole France expresó irónicamente esto señalando que ante la ley tanto vagabundo como reyes se les prohibió robar pan y dormir bajo puentes. Desde este punto, está claro que ante la ley todxs nos volvemos iguales, porque nos convertimos simplemente en cifras no-seres sin sentimientos, relaciones, deseos y necesidades individuales.

El objetivo de la ley es regular a la sociedad. Esta necesidad implica que la sociedad no está satisfaciendo o llenando los deseos de todxs quienes están dentro de ella. Esta existe más bien como una imposición sobre la mayor parte de aquellxs que la componen. Es obvio que tal situación solamente podría llegar a ocurrir donde el más importante tipo de desigualdad existe- la desigual de de acceso a los recursos para que cada una pueda crear su vida a su propia manera. Para aquellxs que tienen la delantera, esta situación de desigualdad social tiene el doble nombre de propiedad y poder. Para quienes están abajo, sus nombres son pobreza y sometimiento. La ley es la mentira que transforma esta desigualdad en una igualdad que sirve a los amos de la sociedad.

En una situación en la que todxs tienen total e igual acceso a todo lo que necesario para realizarse a uno/a misma/o y para crear su vida en sus propios términos, una riqueza de diferencias individuales florecería. Un vasto conjunto de sueños y deseos se expresarían a sí mismos, creando un aparente infinito espectro de pasiones, amores y odios, conflictos y afinidades. Esta igualdad en la que ni la propiedad ni el poder existirían, se expresaría por lo tanto la aterradora y hermosa desigualdad no jerárquica de individualidades.
Por el contrario, donde la desigualdad de acceso a los medios para crear la propia vida existe – por ejemplo, donde la gran mayoría de la gente ha sido despojada de sus propias vidas- todxs se vuelven iguales, porque todxs se convierten en nada. Esto es cierto inclusive para aquellxs con propiedad y poder, porque su estatus en la sociedad no está basado en quienes son, sino en lo que tienen. La propiedad y el poder (el cual siempre reside en un rol y no es una persona) es todo lo que tienen que vale la pena en esta sociedad. La igualdad ante la ley beneficia a los amos, precisamente porque su meta es preservar el orden que ellxs gobiernan. La igualdad ante la ley disfraza la desigualdad social precisamente detrás de lo que la mantiene.

Pero, por supuesto, la ley no mantiene al orden social con palabras. La palabra de la ley no tendría sentido sin la fuerza física que se encuentra detrás de ella. Y esta fuerza existe en el sistema de aplicación de la ley y el castigo: la policía, la cárcel y el sistema judicial. La igualdad ante la ley es, en realidad, un delgado barniz que oculta la desigualdad de acceso a las condiciones de existencia, los medios para crear nuestras vidas a nuestro modo. La realidad constantemente rompe con este barniz y su control solo puede mantenerse por la fuerza y mediante el miedo.

Desde la perspectiva de los amos del mundo, todxs somos, de hecho, criminales (potencialmente, al menos), todxs somos monstruos amenazando sus dulces sueños, porque todxs somos potencialmente capaces de ver a través del velo de la ley y escoger ignorarla y recuperar los momentos de nuestras vidas a nuestra manera, cada vez que podamos. Por tanto, la ley por si misma (y el orden social de la propiedad y el poder que la necesitan) nos hace iguales precisamente el criminalizarnos. Esta es, por lo tanto, la lógica resultante de la ley y del orden social que la produce, que el encarcelamiento y la vigilancia se volverían universales, de la mano con el desarrollo del supermercado global.

A la luz de esto, debería estar claro que no vale la pena hacer leyes más justas. No sirve vigilar a la policía. No vale la pena intentar mejorar este sistema porque cada reforma inevitablemente reproducirá el sistema, incrementando el número de leyes, aumentando el nivel de vigilancia y control, haciendo el mundo algo cada vez más parecido a una cárcel. Si deseamos tener nuestras vidas en nuestras manos, hay solo una manera de responder a esta situación- Atacar a esta sociedad con el fin de destruirla.

Wolfi Landstreicher

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