Eran blancas las plumas de los pájaros y
blanca la piel de los animales.
Azules son, ahora, los que se bañaron en
un lago donde no desembocaba a ningún río, ni ningún río nacía.
Rojos, los que se sumergieron en el lago
de la sangre derramada por un niño de la tribu Kadiueu. Tienen el color de la
tierra los que se revolcaron en el barro, y el de la ceniza los que buscaron
calor en los fogones apagados. Verdes son los que frotaron sus cuerpos en el
follaje y blancos los que se quedaron quietos.
Eduardo Galeano
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