Hacía años que no se levantaba antes de las diez de la mañana. Estaba en el mejor de los sueños. La puerta se abrió. Fuertes golpes metálicos y una luz cegadora lo despertaron sobresaltado.
- ¡Recuento! ¡Todos en pie!
Desde la litera de arriba, la tercera, bajó trabajosamente. Él y sus seis compañeros de celda, diez metros cuadrados, aguardaron de pie el medio minuto largo que el imbécil del funcionario tardó en contarlos.
Él, pronto o tarde, saldría. El funcionario seguiría en la cárcel cuando él se fuera.
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