En Hombre de Cuatro Rumbos. Orbe, 1966
La pampa es una escultura de sales, donde el hombre olvida el contorno de las frutas y comprende por qué la frente es un camino andado sólo por la desgracia...
Las alas no escriben su gracia en la pampa, y cuándo el crepúsculo se humaniza en un carmín remoto y agradable, los hombres sonríen a imaginarios veleros que zarpan hacia islas en que el verde canta, como un ser que encarnara a la misma felicidad.
Piedras con gestos de verdugos, perspectivas que concluyen en la noche...
Sin embargo, en la pampa existe una vegetación singular, que es el esqueleto de un monstruoso animal sagrado y violento: las máquinas.
Ellas se desenvuelven y complican lo mismo que una vegetación viva y alucinante. Vegetación oscura, ésta suspende y comunica una trágica solemnidad. Vegetación de una fragancia dura, sin frutas para glorificar los labios ni flores en que descansar de la desventura.
Es la vegetación que brama día y noche, la que no cabrá en ningún herbario y no aprenderá jamás a hipnotizar la peregrina ternura de los pájaros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario