En los tiempos ancianos el mundo entero iba a la escuela,
Las piedras, las plantas y todos los animales iban a la escuela,
Los más viejos enseñaban a los más jóvenes como defenderse y comer bien,
Los más jóvenes enseñaban a los más viejos a mantener el espíritu abierto y alerta,
Un Baobab (un árbol), podía dar un curso de botánica a un joven leopardo,
Una piedra podía enseñar meditación a los pequeños gorriones
El viento, enseñaba la danza a los jóvenes flacones de nieve, y el fuego enseñaba la magia,
Podíamos tomar los cursos de auto defensa con un maestro cactus, lecciones de canto con un ruiseñor o descubrir la geografía con un pingüino
Cada una y cada uno escogía donde, cuando, como y con quien aprender.
Y todo el mundo amaba la escuela, era la gran escuela de la vida.
De ya, ni si quiera se llamaba “escuela” se llamaba “vida”, y no se decía “aprender” si no “respirar”.
Después, un animal orgulloso de sí mismo, llamado homo-sapiens, cayo de un árbol y declara un día: listo, yo lo sé todo, y lo sé mejor que todo el mundo.
Y él se nombra a sí mismo: gran maestro de escuela.
El despedaza toda su ciencia en pequeños pedazos, y se mete a hacer la lección distribuyendo sus pequeños pedazos de saber a quienes querían entenderle.
Entonces, el encuentra que nadie quería entenderlo.
Intenta darles lecciones de moral a las piedras.
Pero las piedras no entendía nada de su discurso.
El se pone a darles cursos de economía a los pájaros, pero los pájaros aleteaban de derecha a izquierda sin tener nada que ver con las leyes de mercado.
Después el intenta de inculcar lecciones de civismo a los arboles, pero los arboles hacían “oídos sordos”.
Un día el quería enseñarle la “cortesía” al fuego, y se quemo los dedos. Después, el casi se ahoga al intentar disciplinar a un rio.
Sus cursos de aritmética a las estrellas fueron un verdadero fracaso.
Y el viento no ha seguido jamás ni una de sus lecciones de geopolítica.
Entonces, en homo-sapiens decide cortar relaciones con el mundo, y enseñar cualquier cosa a sus propios hijos.
Pero sus hijos preferían ir a tomar los cursos a la escuela de la vida.
Entonces, el hace construir una prisión para niños prohibida para los animales, las plantas y piedras.
Prohibida para el viento y las estrellas.
Los tátara tátara nietos del homosapiens continuaran perdiendo su juventud dentro la prisión del maestro de la escuela.
Mientras que el mundo alrededor de ellos continuaba transmitiendo todo tipo de enseñanzas vividas en la gran escuela de la vida.
A veces pasa que, una de estas prisiones, es devastada por un incendio, y para todxs esxs que aman aprender, es una buena revisión de enseñanzas del fuego.
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